Hace un par de días me llegó un chiste al teléfono que me causó gracia y preocupación a la vez. Borré el chiste pero lo que decía era más o menos así:
Estaba la abuelita muy grave, a punto de fallecer. Manda a llamar a su nieto y le dice: “Mijo. Necesito que me prometas que te ocuparás de mi granja, de todos los animales, de las cosechas, de las flores, y todo lo que existe en ella. El nieto, que no sabía de esa granja le responde: “Claro que sí abuela. Pero… ¿Dónde queda esa finca? La abuela le responde: “¿Dónde más m’ijo? En facebook”.

Pero no es sólo Farmville… porque al ver el éxito de este tipo de juegos han sacado entonces la granja, la granjita, la finca, la isla, y pare Dios de contar. Entonces es común que estos adictos jueguen distintas variedades. Además tienen toda una red de amigos que se envían regalos y son tan adictos que mi mamá le abrió una granja a mi tío y a mis hermanos y ella le “cosecha” a ellos también y además se envía regalos a sí misma.

Otro caso es el de un niño de 12 años en Inglaterra que le quitó la tarjeta de crédito a su mamá para comprar unas cosas que había lanzado Farmville y se gastó más de 1.300 dólares. La respuesta del niño fue: “Ellos (FarmVille) sacaron cosas buenas que yo quería”.

¿Por qué mejor no van y hacen un pequeño conuco en el jardín de la casa y cosechan ahí lo que quieran? Es mucho más productivo y no requiere que estén pegados a Facebook 24/7.