Esas fueron las palabras de un gran amigo en medio de una intervención que me hicieron el fin de semana . Según ellos (y debo confesar que tienen razón) yo soy muy cerrada; y, con las personas que estoy conociendo, suelo ser más ácida que de costumbre (lo que ya es decir bastante).
El caso es que, efectivamente, yo vivo bajo la premisa de que todo el mundo el culpable hasta que se demuestre lo contrario; y son contados los que pasan el filtro que pongo para que alguien pase a ser, de uno más en el mundo, a una persona con la que puedo tener un trato cordial. No hablemos de llegar a ser mi amigo porque, a estas alturas, eso sería ya casi un milagro.
Es cierto que es muy difícil que yo le caiga bien a una persona cuando me conoce, y si es mujer es algo menos que imposible. Si a alguien le caigo bien a la primera es porque, probablemente, está tan loco como yo. El problema está en que yo encuentro un placer particular en saber que la gente no me traga, en especial esas personas que sé que nunca llegarán a entrar en mi reducido círculo de personas que me caen bien. Así que confieso que a veces suelo ser más insoportable que de costumbre sólo para molestar y terminarlos de obstinar. Es mi repelente de personas indeseables particular.
El caso es que mis amigos trataban de hacerme entender que con mi actitud estoy alejando a muchas personas excelentes y que tienen la potencialidad de llegar a ser mis amigos y, ¿por qué no? Algo más. Yo los escuchaba con atención y, aunque ellos no lo crean, entiendo su punto y les doy la razón. El problema es que no me importa.
Y no es una cuestión sencilla o algo que me tome a la ligera. Entiendo las consecuencias de lo que esto implica. Nunca he sido una persona simpática ni me ha interesado serlo. Puedo ser encantadora cuando me lo propongo pero eso rara vez ocurre. Es una barrera que coloco para mantener al margen a la gente que no me interesa.
Lo que mis amigos no terminan de comprender es que yo sé que hay gente maravillosa, con cualidades increíbles fuera de mi círculo, gente que ellos quieren y aprecian y que asumo que les gustaría que yo también viera lo mismo. Y no es que no lo vea… sino que el hecho de que una persona sea buena, simpática, dedicada, etc., no la hace interesante para mí. Y si una persona no se me hace interesante, por muy buena que sea, está descartada.
Aquellos que llegan a pasar el filtro tienen garantizada a una amiga leal de por vida, una bastante ácida, pero amiga al fin. No soy una persona cariñosa ni llamo a la gente todos los días, ni los veo frecuentemente, ni siquiera tengo la necesidad de hablar con ellos; pero ellos saben que cuando me necesitan estoy ahí 24/7.
En conclusión… en serio entiendo su punto, pero si ya llegaron al punto de conocerme y quererme como soy, también deben saber que cambiar, para mí, no es una opción. ¡Los amo!