¿Por qué no puedes comportarte como las niñas normales?

18 de mayo de 2010
Eso me decía mi mamá casi todos los días cuando era pequeña. ¿Y qué significa ser una niña “normal”? Nunca lo entendí, pero por lo que me explicaban consistía en ser una niña que siempre sonría, obediente, con un vestidito con encajes y que le guste jugar con muñecas en vez de estar corriendo con los niños, patinando, montándose en un árbol y, muy importante, sin ensuciarse… mucho menos con los codos y rodillas llenas de cicatrices.

Sí, desde niña ya era una iconoclasta sin saberlo. Si el hecho de que me criara con puros varones fue el inicio de mi iconoclasia o fue sólo una consecuencia de la misma, será una pregunta que quizás nunca llegue a responder. El caso es que, para bien o para mal (y yo aseguro que para bien) crecí teniendo a mi alrededor un montón de niños de mi edad con quienes disfruté mi infancia como pocos niños lo hicieron, entre clubes imaginarios, experimentos inventados, travesuras y mucho más.

Odié las barbies como nadie y era el peor regalo que me podían hacer, creo que incluso prefería la ropa; y ni hablar de los vestidos. Los intentos de mi mamá por hacerme una niña linda en vez de la “marimacha” que era, sólo hacían que yo ratificara más mi posición.

Recuerdo la molestia de mi mamá cada vez que llegaba a la casa con un nuevo raspón en alguna parte de mi cuerpo… “cuando seas grande no te vas a poder poner una falda porque vas a tener las piernas llenas de cicatrices”, me decía angustiada. La verdad, ni falta que me hacen. Hoy en día, rara vez me pongo una falda, y las cicatrices en mis rodillas casi no se ven.

Los chicos más grandes que yo, que luego de adolescente se convirtieron en mis amigos también, también me subestimaban por ser “niña”. ¿Es que acaso las niñas no tienen derecho a divertirse?, ¿Quién dice que las niñas deben estar pegadas a sus muñecas, barbies y jugando a la casita?

Los mejores momentos de mi infancia fueron sin duda aquellos que desbordaban adrenalina… justo esos que una niña no "debería" vivir.

1 iconoclasias:

CARPE DIEM dijo...

Jajajajaja Bueno, por dónde comenzar? Cuando preguntaste si había leído tu 2da entrada te dije que sí, me sentí totalmente identificada. Sé exactamente qué es lo que cuentas, crecí con todos esos regaños, y las barbies eran el peor regalo. Me parecían tan absurdas! Una vez en una de las tantas fiestas navideñas de la empresa de mi papá me regalaron una de colección y la intercambié por otra que traía un pajarito (mi mamá casi se infarta cuando en la misma fiesta la muñeca no me duró ni media hora). Aún conservo el pajarito, la barbie pasó a mejor vida sin pelo, sin ropa y con manos y pies masticados porque en esa época me gustaba morder todo el plástico que me encontraba.

Me provocaste un flashback de inmediato. Se lo leí a mi madre y sonríe recordando también esos tiempos. Sigue así amiga. un besote!

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